Amanecer en casa de la nonna

Amanecer en la casa de la nonna
íbamos cayendo en la cocina
nos refregábamos la cara
nos sentábamos a la mesa
siempre tendida
calor y fórmica
las hornallas prendidas, murmurantes, atentas al aire y a lo que vendrá
el mate cocido, color verde clarito
con leche, infaltable,
una cerámica de los '70
olor a pan en flautitas dorándose lentamente sobre el fuego 
el nonno bien temprano
en su mano de contador y campesino
-mano amplia, gruesa, tibia como un pan- la bolsa de compras rayadas había sacado
regresado con víveres frescos 
esta parte nunca la veíamos
se levantaban al alba, silenciosos, 
la cocina un cuartel de operaciones
iban y venían de la heladera
pequeña, rebalsada, caja milagrosa de comida
en la otra punta de la casa chorizo
¿por qué?
el trayecto urgente
de la cocina a la heladera
iban y venían
(me daba miedo
atravesar el pasillo interminable
corría en las penumbras de la casa
para encontrar la luz fría
que me iluminaba alivio, 
gracias caja mágica de alimentos!)
el nonno cortaba ajíes 
la nonna hacía conserva de tomates
el fuego flameaba prendido con leña y carbón
bajito, justo, en la parrilla, más allá, afuera
esta parte nunca la veíamos
la construyo ahora
el delicado olor del mate con leche
lo construyo ahora
en mi hoja blanca, mantel, madera enharinada
humo sibilante que sube de la taza, me acaricia
me besa suave la boca, la nariz, la frente
nonna te extraño, te peleé tanto
la adolescencia me urgía y yo era la mayor
te peleé tanto porque no entendía
una lógica que es combinatoria de sabores, pasta amasada con manos dispares, órdenes horarios y libertad de patio, de terraza, de cuerpo
te peleé tanto porque me fui olvidando 
que en el galpón no había basura 
sino vestimentas, oficios, aventuras
tu crema nivea en tarrito de lata azul
donde metía mis dedos de 10, 12 años
para sentir un dejo de tu olor
mezcla de limón, sol y manzana verde
te peleé tanto que nos levanté a los 4 que éramos
ya no somos
niños
nos levanté de la mesa del desayuno sin terminar
la sagrada leche, mate o chocolatada
nos levanté porque no íbamos a terminar si no queríamos
el pan untado de queso y dulce en el plato
dibujaba sus grietas, sus accidentes internos
nos levanté y no vi
-esta parte nunca la veíamos-
cuando te quedabas sola en la cocina
y lagrimeabas un poco
usabas la mano condimentada o el repasador 
para secar lo que no dejabas caer.




km. 2017

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